Que Eurovisión se iría convirtiendo progresivamente en un circo de freaks es un hecho que se veía venir desde hace unos años. Miramos atrás y recordamos con facilidad algunos precedentes. Podríamos encontrar ya primeros indicios de frikismo en la victoria en 1998 del travolo israelí Dana Internacional. No me malinterpreten. Un servidor opina firmemente que la condición sexual/hormonal de los participantes no debería tener ninguna relevancia, y que cualquier opción/situación se debería ver desde el respeto y nunca desde el morbo o la burla. Pero no nos engañemos, nuestra querida Dana es y va a ser recordada más como travolo que como cantante.
2003 es otro año rememorable en la historia reciente de Eurovisión: el año de Beth, segunda participante de OT que asaltaba el festival tras la célebre Rosa de España; la catalana quedó octava con su canción Dime, de la que ya nadie recuerda ni tan solo el estribillo, y el papel de la granadina, que quedó en séptimo lugar, tampoco fue destacado tras las espectativas creadas por nuestro país. La gente todavía recuerda el hortera Europe's living a celebration, pero la actuación en sí ha pasado a formar parte del olvido colectivo, seguramente por la coreografía, y la vergüenza ajena que ésta ocasionó en su momento. Mas si la mención de una joven hipiosa que hace 5 años no logró nada en Eurovisión con una canción seguramente tan mala como la mayoría de las que se suelen presentar al festival nos deja a todos indiferentes, el recuerdo de un joven austríaco pintoresco que respondía al nombre de Alf Poier seguramente enternecerá a los nostálgicos. No se puede afirmar que el frikismo triunfara en 2003, pues Poier quedó sexto en el festival, pero por lo menos es incuestionable su notable impacto mediático. ¡Quién no se enternece hoy día al rememorar esa notable actuación del que fuera ídolo de todos nosotros durante su breve pero intenso momento de gloria, con su gorrito, su vaquita, su gatito y su estatua de la libertad, que daba el pego aunque nadie entendiera su presencia en el escenario!
Avanzamos en el tiempo y nos situamos en 2006, año en que España manda a Eurovisión a las Ketchup, grupo de jóvenes enérgicas, pero a quienes lamentablemente ya se les había pasado su momento de gloria. Así, interpretaron el tema "Bloody Mary", sosainas como él solo, y cosecharon un lamentable puesto 21. Pero ellas no fueron, por supuesto, lo más destacado del festival. Eurovisión 2006 es sinónimo de Lordi. Este grupo de freaks finlandeses era bastante mediocre musicalmente hablando, y la imagen de tipos duros que pretendían transmitir con sus excesivos ropajes y su horrendo maquillaje se quedaba, más que nada, en el esperpento. Pero no se les puede negar el mérito de haber hecho triunfar el rock duro y los malos modales en un universo musical amanerado, reiterativo, aburrido y de melodías suaves y facilonas.
Llegamos a Eurovisión 2008 con el prometedor reto de Rodolfo Chikilicuatre, cantante argentino interpretado por el actor David Fernández (conocido también por sus papeles de el Gilipollas y Narcís Reyerta, entre otros), salido del delirante mundo de El Terrat. Este latin lover con tupé pondrá a España en el mapa del frikismo con su ya célebre (a nivel nacional) Baile del Chiki Chiki. Ojalá tenga un papel destacado, y España no haga el ridículo como de costumbre. Más que por la originalidad (escasa) de su propuesta, por el hecho de que el humor absurdo desbanque a la estella de pop habitual. Pero todavía no cantemos victoria: Irlanda envía a un pavo, Dustin the Turkey, que no se lo va a poner nada fácil a nuestro representante.
3 comentarios:
Este festival, bajo mi humilde opinión, ha ido perdiendo el sentido, si alguna vez lo tuvo, con el paso del tiempo. Si hace 30 o 40 años era una manera de aunar los diferentes países del embrión europeo, crear lazos y alianzas con la excusa la música, actualmente es una manera fina de chupaculismo entre países, la mediatización del hoy por ti mañana por mí. Lo peor de todo es que este festival sigue utilizando la música como vehículo para el amiguismo y los favores, y lo que debería, siempre bajo mi humilde opinión, ser una manera de dar a conocer alguna propuesta interesante, sirve para rendir culto a la chabacanería, la imbecilidad más absurda y el esperpento más delirante.
Bueno, por lo que leo, la gente parece que tiene poca memoria audiovisual. En general eurovisión siempre ha sido un festival en el que las canciones, digamos serias, daban paso a otro tipo de canciones más frescas en el que la letra era lo de menos, lo importante era divertirse dentro de un contexto de fiesta europea de la canción, de integración pero también de conciencia y sentimiento patrio. Es evidente que el festival ha ido progresivamente degenerando, pero no creo que esto sea un hecho aislado, sino que es un reflejo más de la situación actual. Probablemente se haya convertido en uno de los puntales del fenómeno friki, pero no es algo aislado en el tiempo.
Eurovisión hay que verlo con la mente abierta, sin prejuicios, con una -o varias- cervezas y disfrutando de otra realidad, pero no por ello inexistente, de lo que se ha convertido la sociedad de consumo actual.
>>Eurovisión hay que verlo con la mente abierta, sin prejuicios, con una -o varias- cervezas y disfrutando de otra realidad, pero no por ello inexistente, de lo que se ha convertido la sociedad de consumo actual.
Sí, pero esa actitud es claramente degradante para cualquier comentarista cultural de medio pelo. En consecuencia, diré que es un escándalo que Chikilicuatre nos represente y, como soy catalán, lo añadiré a mi desesperada lista de razones por las que no quiero ser español. ¡Viva y bravo!
(De la serie: "La gente no tiene sentido del humor", capítulo 3).
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