
Suplementos culturales, premios literarios, cinematográficos y musicales, críticas, reportajes... Piezas de los múltiples engranajes que nutren las diversas capillas culturales, las parroquias del conocimiento, que marcan las tendencias del saber según sus propios intereses, mayoritariamente editoriales. Claros ejemplos los vemos de forma bastante descarada en la relación entre las diferentes empresas de un grupo multimedia a la hora de referirse las unas a las otras.
El País (o en este caso, el suplemento
Babelia) no va a hablar mal de una novela editada por
Aguilar, así como
La Razón no va a publicar una mala crítica de un libro editado por
Planeta. Lo vemos también en los premios, incluso (o mejor dicho, sobre todo) en los más prestigiosos: por algo hablamos de "películas/directores Oscar" y "películas/directores no-Oscar", o sea, películas y directores que por muy buenos que sean todo el mundo sabe que no van a ganar ningún Oscar, que ni siquiera van a ser nominados. Lo de los premios tiene tela. ¿Qué vemos en los Grammy o en los Ondas? Pues que siempre ganan los mismos. O almenos lo parece. Música comercial, comercio, lo que da el dinero, los cimientos de las empresas. ¿Cuándo veremos en los periódicos que se han llevado un Grammy grupos talentosos, con fama mundial y amplio recorrido como los
Dwarves o los
Gwar? De acuerdo, pregonan el
sexo y la violencia, pero almenos no se
meten rayas en el escenario, como hacen
algunas. Puestos a seguir rajando, otra cosa que no soporto de las parroquias culturales es el empeño que ponen los suplementos a la hora de propagar unas ciertas tendencias, unas modas determinadas. Lo vemos, por ejemplo en
El País Semanal, cuyas páginas desprenden en todo momento un predominante aroma
pop, moda
alternativa, pero no
demasiado; música
alternativa, pero sin
pasarse. En definitiva, la única conclusión que puedo ofrecerles es que somos un rebaño, y lo único que podemos hacer es elegir a nuestro pastor.
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